martes, 20 de diciembre de 2011

El nacimiento de Jesús



La navidad, o malamente llamada “La Pascua”,  trae consigo un sin número de eventos, acciones y emociones que envuelve el ambiente de alegría y paz. Es donde los lejanos recuerdan a sus seres queridos, donde las guerras cesan, donde los enemigos pueden detener su ira, donde los empresarios dan rienda suelta a las más variadas invenciones para aumentar el consumismo excesivo e indebido y por sobre todo, donde la religión puede  mostrar su razón de ser.

La navidad que festeja el Nacimiento de Jesús, es una celebración del pueblo cristiano por el portentoso acontecimiento que cambió la historia de la humanidad, Dios se hace hombre. No es simplemente las aventuras de un pobre niño en Belén de Judea que no tiene donde nacer, más bien, la navidad es una de las celebraciones más gloriosas y tremendas que le ha ocurrido al hombre “Jesús  siendo en forma de Dios toma la forma de siervo”.

Quiero volver a decir ¡¡¡que tremendo!!! “Jesús  siendo en forma de Dios toma la forma de siervo”  y te invito a leer  Filipenses 2:

5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

En su carta a los Filipenses, Pablo quiere dar a conocer la obra redentora de Dios por medio de Jesús. Es en este pasaje en donde Pablo manifiesta el cambio de forma que experimento Jesús para poder nacer.  

Para lograr nacer “Dios tomó otra forma” una forma que no era la suya, la forma de siervo, es decir, aquel “adorado” por los siglos de los siglos pasó a Adorar; aquel venerado pasó a venerar; y ante quien se postraban, pasó a postrarse. El apóstol Pablo me enseña algo en Filipenses, “Cambiar de Forma”.  Si me han formado de una forma, y valga la redundancia, al conocer a Cristo debo cambiar de “forma” y adoptar otra, es decir “Nacer de nuevo”.

A Cristo no le interesó ser igual como Dios “no estimó el ser igual a Dios”, él vino a tomar otra forma “siervo”. Un Dios que se hace hombre con todas sus falencias, debilidades y a su vez con toda su deidad limitada. Por esta razón, solo los que han nacido de nuevo pueden experimentar en parte esta nueva transformación, el tomar una forma distinta a la que habían vivido hasta ese entonces, obviamente las proporciones son inmensas, nosotros no éramos dioses, en cambio él, Jesús, era Dios antes de tomar una nueva forma, era Dios en toda su esencia y habitó entre nosotros, el  Emmanuel.

Dentro de la iglesia primitiva de los siglos I y II  estaban los llamados “confesores”, hermanos fervientes, apasionados, que no renegaron de su fe, y estaban dispuesto a dar sus vidas si fuese necesario pero no postrarse ante los dioses paganos de su tiempo, ni mucho menos aceptar la creencia que un hombre como César fuese dios, ellos negarían esa creencias. Quiero unirme a su recuerdo y apología, quiero ser un “confesor” guardando las proporciones del caso, pero deseo manifestar también que hay un solo Dios, que Cristo es hijo de Dios y que el Espíritu Santo es Dios y que nada les va a robar la gloria debida a su nombre.

Las fiestas han sido una de las armas más poderosas que ha utilizado Satanás en los últimos tiempos, porque son estas las que  desvian la atención del hombre hacia lo pagano, por esta justa razón los judíos Ortodoxos nos llaman “La occidental idólatra”, porque ellos no comprenden como podemos tener un Dios y celebrar fiestas paganas que le quitan la gloria a Dios.

Un ejemplo sencillo de lo que manifiesto es “La Semana Santa”. La semana Santa es la conmemoración anual cristiana de la pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret, o, lo que es igual, conmemorar sus últimos días, sin embargo, en el occidente, en nuestro continente “el conejo de la Pascua” hace su gloriosa aparición. Para mucho es una mofada hablar de esto, no obstante el verdadero significado de la muerte y resurrección se pierde porque un conejo recibe toda la atención. Si investigamos el trasfondo histórico del surgimiento del Conejo de Pascua nos escandalizaríamos, así como si también quisiésemos averiguar los trasfondos de la fiesta de Halloween, sería horrible, sin embargo, las tradiciones y culturas extranjeras nos absorben.  Me pregunto ¿Qué tiene que ver un Conejo en Pascua? ¿Puede un conejo dar huevos?, es para la risa, pero quita la atención de  lo más sublime que sucedió con la pasión de Cristo. Pablo recuerda en la carta a Corintios la forma de recordar la pasión de Cristo, la noche antes de sufrir la muerte y muerte de cruz:

Y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed: esto es mi cuerpo que por vosotros es partido: haced esto en memoria de mí” (1 corintios 11:24)

La semana santa es una celebración para recordarnos por lo menos una vez al año de la gran misericordia de Dios donde Jesús absorbió toda su ira sobre su cuerpo, entregándose por cada uno de nosotros.

Lo mismo sucede hoy en esta celebración llamada “Navidad”. Curiosamente el hombre guiado por su egoísmo y maldad se ha aprovechado de esta fecha tan noble, ahora ya no es un conejo de la Pascua, es el Viejo Pascuero, Santa Claus o sencillamente Papá Noé, que no tiene nada de pascuero, ni mucho menos de santo, pero tal vez en mi ironía tiene algo de “Noé”, porque en nuestra jerga este barrigón, barbón y rostro colorado como las mas cómicas caricaturas de hombres ebrios empedernidos, que trata de entrar por las chimeneas y que su inmensa barriga se lo impide “NOE”, Noé…no es,  no es aquel que brilla con luz propia llamado Jesús.

No pueden, en ningún caso estas figuras cómicas que divierten nuestra imaginación y que distraen al hombre pretender cambiar la gloria de Dios por una vana publicidad, no pueden compararse con aquel que se hizo hombre para vivir entre nosotros y mostrarnos de esta forma el carácter de un Dios tan poderoso que entrego lo más apreciado que tenía “su hijo”.

Este Dios se hace hombre y toma la forma de siervo, para enseñarnos que el hijo de Dios no vino a ser servido, sino a servir, y que esa debe ser nuestra nueva naturaleza “la forma de un siervo”.

De esta manera quiero invitarles a Celebrar con mucha expectativa esta fiesta “Dios se hace siervo” para redimirnos posteriormente del pecado que nos gobernaba.  No permitamos que la gloria de Dios sea opacada, celebremos como es debido y unámonos al coro angelical de aquella bendita noche “Gloria a Dios en las alturas

Luis “Catato” Vidal

martes, 21 de junio de 2011

¡¿Quién necesita a los Teólogos?!




 
Análisis del presente, Desafíos y Tendencias Futuras de la Educación Teológica en América Latina
 
Por, Gabriel Gil Arancibia. Magister en Teología, Pastor, Profesor y Conferencista Empresarial.


Prologo

He considerado importante este artículo, debido a la trascendencia que tiene la teología en estos tiempos difíciles, en donde muchas corrientes teológicas intentan interpretar los escritos bíblicos según influencias postmodernistas, distorsionando las verdades bíblicas.  Por lo mismo, le he solicitado al Pastor Gabriel Gil, Director del Seminario Teológico Ministerial SETEMIN, su autorización para publicar su artículo en este blogs, que espero sea de bendición para todos los lectores. En este artículo, el Pastor Gabriel nos da a conocer la importancia y significado de la Teología, además de indicarnos las correctas motivaciones para elegir el estudio Teológico.

Sin duda alguna, creo que éste artículo le ayudará a evaluar su situación actual, su compromiso y decisión frente a la teología, como me ha motivado a terminar un estudio de "Las influencias del Postmodernismo en la Teología Actual", que pronto estaré publicando.

Luis Vidal M.

Introducción.

Tiempo atrás en una de mis cátedras de teología en Quito, uno de mis alumnos –de avanzado nivel académico-, me confidenció que su padre estaba muy preocupado de que hubiera ingresado al seminario a estudiar teología. Su padre, un profesional de 55 años de edad había dado educación universitaria a sus dos hijos mayores, ahora su último hijo quería estudiar una “carrera sin futuro” (palabras del padre). ¡Qué pérdida de tiempo! –pensó el padre, ¡y de dinero! –dijo la madre con un tono de voz preocupado. Cabe mencionar que ambos eran cristianos fieles de una congregación evangélica; líderes de trayectoria, fieles diezmadores y fuertes aliados del pastor de su iglesia local.

Tanto fue la insistencia del hijo que logró convencer a su padre. Sin embargo, éste le puso una sola condición: “Hijo –le dijo-, puedes estudiar en el seminario, pero a la par estudiarás una carrera de verdad, una que te sustente, que te permita triunfar en la vida, tener esposa e hijos y mantenerlos, una que te permita proyectarte en el futuro, porque a fin de cuentas, ¡¿quién necesita a los teólogos?!”.

El chico de la historia estudia dos carreras a la vez: Psicología en una universidad de prestigio y teología, en un seminario evangélico también de prestigio. La primera carrera le tomará cinco años de estudios, la segunda –teología-, cuatro. La primera le ofrece rentabilidad casi al principio de comenzar a trabajar, la segunda, como bien sabemos, consiste en… “servir a Dios y esperar que Él en su misericordia provea un futuro mejor”.

El caso mencionado arriba es uno de los cientos que escuchamos (y seguiremos escuchando si no hacemos algo para revertir la situación) en nuestras aulas, oficinas, comedores y dormitorios de las distintas casas de estudios evangélicas del Continente Sudamericano. Algunas historias se diferencian en los matices, pero el final es el  mismo. Nuestros jóvenes se preguntan cada vez más: ¿Vale la pena estudiar teología? ¿Qué tan inteligente es estudiar dos, tres o cuatro años una carrera que no es reconocida a nivel universitario, que no es lucrativa y que no ofrece un campo laboral definido?

Algunos de mis lectores podrían reaccionar diciendo que las iglesias necesitan “pastores educados”, con conocimiento bíblico y teológico, para subir el nivel de los sermones y formar congregaciones cultas. Todo esto es cierto y estoy plenamente de acuerdo, pero las estadísticas nos dicen que las iglesias más grandes de América Latina, numéricamente hablando, son lideradas por pastores que no tienen una preparación teológica formal. Con estudios bíblicos “por aquí y por allá”, pero no necesariamente con dos o tres años de seminario encima. Entonces, algo no anda bien la ecuación teológica-ministerial, ¡algo debe cambiar!

I. ¿Qué es la Teología?

Una pregunta sencilla de formular, difícil de contestar. De más está decir que etimológicamente la palabra en sí proviene de dos vocablos griegos Theos, dios y Logos, estudio, tratado, ciencia; que en conjunto elaboran la definición “el estudio de Dios”.

Ya desde esta definición se hace difícil entender el amplio significado de la teología pues, ¿se puede estudiar a Dios? La respuesta obvia es ¡No! Entonces -como me dijo un alumno colombiano años atrás-, “Profe, ¡¿Qué carajo hacemos aquí?!” (perdón por la expresión, estoy siendo fiel a la fuente).

La teología pretende ser una ciencia, pues aplica métodos científicos para determinar la verdad que investiga. Sin embargo, entre los propios teólogos no se llega a un acuerdo respecto si la teología es una ciencia objetiva o más bien, una ciencia subjetiva. Así entonces encontramos muchas y variadas definiciones respecto a “qué mismo es la teología”. Quizás una de las definiciones más fáciles de comprender es: “La teología es la ciencia que pretende estudiar lo que Dios ha revelado de sí a los seres humanos y cómo estos se relacionan con Dios en base a esta revelación”.

Varios seminarios e institutos bíblicos en el continente han delineado sus pénsums académicos en base a la definición planteada en el párrafo anterior pues es una forma de “dar sentido a la teología”, ya que, si Dios no puede ser estudiado, estudiemos lo que Él en su soberana volunta nos ha mostrado.

De todas maneras, para aquellas mentes inquietas e investigativas, sugiero la lectura de algunos libros de teología donde encontrarán definiciones más acabadas respecto al término: Teología Sistemática, de Louis Berkhof (de corte calvinista); Teología Básica de Charles Ryrie (de corte bautista); Teología Bíblica Pentecostal, de Stanley Horton (de corte pentecostal) y; Doctrina Cristiana, de Armington, de la Iglesia de Dios, aunque siendo honesto, no encontramos en sus escritos alguna definición de teología. También pueden recurrir a páginas de Internet como: La Teología, Ciencia de Salvación (quizás una de las más completas).

II. ¿Para qué sirve la Teología?

Es común que nuestros estudiantes seminaristas respondan a la típica pregunta de sus amigos y pares, “¿qué estudias?” con una respuesta sencilla, directa e ingenua, pero muchas veces no comprendida por sus interlocutores: “Estudio teología”. Veamos un ejemplo:

-      Amiga universitaria: ¡Hola José! Tanto tiempo que no te veía, ¿cómo estás?
-      Seminarista: ¡Hola Cata! Muy bien gracias a Dios. ¿Cómo estás tú?
-      Amiga universitaria: Bien, estoy en la U, estudiando medicina. ¿Y tú?
-      Seminarista: Estoy estudiando en un seminario, teología.
-      Amiga universitaria: ¡Qué bueno! ¿Qué es eso?
-      Seminarista: La teología es el estudio de Dios.
-      Amiga universitaria: Ahhh! Bueno José, tengo que irme. Chao, ojalá nos veamos otra vez.
-      Seminarista: Igualmente Cata, nos vemos.

Evidentemente las conversaciones de los jóvenes de hoy son más largas que la representada aquí, pero he rescatado lo que me interesa plasmar en mis lectores.

La amiga universitaria representada como “Cata” fue cordial, hasta amable diría yo, pues se limitó a aprobar y luego despedirse de su amigo, pero, ¿entendió realmente lo que “José” el seminarista estudia? Al fin y al cabo, ¿qué es la teología y para qué sirve? Una pregunta genuina que debemos plantearnos, y no porque la sociedad lo haga, pues el mundo secular no le interesa siquiera un poquito saber para qué sirve la teología (y a la Iglesia también). Es más una pregunta “introspectiva” para quienes estamos embarcados en el “negocio de la educación teológica”. Algo es muy cierto en todo esto: “La iglesia, muchas veces, ofrece respuestas a preguntas que el  mundo no ha formulado”.

La medicina sirve para sanar a los enfermos; la arquitectura para construir edificios, casas, carreteras, etc;  la pedagogía para enseñar a los niños, jóvenes y adultos, pero… ¿Para qué sirve la teología? He aquí algunas de las respuestas más típicas que he escuchado en mis años como teólogo y docente-administrativo: “Para estudiar a Dios”, “para hacerme pastor”, “para fundar una iglesia”, “para servir a Dios”, “para comprender mejor la Biblia”, “para ser líder de mi congregación” y otras. Nótese que ninguna de las respuestas menciona lo que escuchamos de otras carreras: Para ser teólogo.

Nuestros jóvenes universitarios estudian medicina para ser médicos y ayudar a la gente con sus dolencias físicas; los que estudian arquitectura lo hacen para ser arquitectos y construir edificios; los que estudian pedagogía se convertirán en pedagogos y enseñarán a las futuras generaciones. Nuestros seminaristas estudian dos, tres o cuatro años y se convierten en “pastores”, “líderes”, “encargados de obras”, etc. Pero son muy pocos los que están concientes que se graduarán de “teólogos”.

Es decir, estudian teología pero no para ser teólogos propiamente tal, que es lo lógico, sino para convertirse en “profesionales afines”; es decir, “carreras afines a la teología”, la más común, pastor.

Quizá por esto y otras razones que estudiaremos más adelante, varios seminarios en el Continente Sudamericano han cambiado la modalidad de “teología sistemática” tan aceptada en Europa todavía a “teología pastoral”, porque al fin de cuentas la mayoría de los graduados de seminarios e institutos bíblicos terminan trabajando como pastores de iglesias.

Entonces, ¿es legítimo afirmar que la teología como carrera sirve para preparar a los futuros pastores de las iglesias en América Latina? La respuesta es doble:

-      SÍ: Porque eso es el ideal que los directores de educación teológica, rectores de seminarios, docentes y administrativos desean, osea, es lo que ellos –o más bien nosotros-, queremos que ocurra. Que las iglesias evangélicas sean pastoreadas por ministros educados teológicamente para así formar una nueva generación de cristianos “cultos”, en el sentido bíblico-teológico.

-      NO: Porque en la práctica no ocurre como desearíamos. Muchas de las iglesias en América Latina son pastoreadas por hombres y mujeres que no han pasado por un entrenamiento formal en teología, y a varios de estos pastores parece irles bastante bien (sueldos dignos, buenos carros, casas propias, hijos en la universidad, iglesias grandes, populares, etc.) sin la necesidad de haber tenido que “estar años” dentro de un seminario.

Ahora bien, si la teología como carrera sirve para entrenar, capacitar, formar y equipar a los futuros líderes eclesiásticos del continente, vale la pena preguntarnos si lo estamos haciendo bien, lo cual es otra pregunta que deberíamos contestar.

El conocido profesor Roberto Amparo Rivera en sus cátedras de “evaluación de los curriculums académicos de los seminarios evangélicos”, afirmó de manera muy categórica que: “Nuestras mallas curriculares, los programas de estudios, cursos y otros no son lo suficientemente pertinentes a las necesidades de la sociedad latinoamericana”. De ahí que es válido preguntarnos: ¿Quién necesita a los teólogos?

1. Análisis de la Situación Actual.
¿Cuál es la situación actual de la educación teológica evangélica/protestante en América Latina?

“Nuestros seminarios están repletos de estudiantes y los programas de residencia no tienen cupos suficientes para satisfacer las altas demandas de los candidatos, los directores o presidentes de seminarios son líderes de mucha influencia en sus denominaciones e iglesias, y los seminaristas egresados son muy bien recibidos en sus iglesias; los pastores compiten entre sí para lograr que un seminarista trabaje con ellos en sus congregaciones”.

¡Ojalá que esto fuera así! Sin embargo, la verdad es muy diferente a la relatada en el párrafo anterior.

Los años que me desempeñé como docente-administrativo del Seminario Sudamericano de la Iglesia de Dios en Quito, y como profesor invitado en varios seminarios del Ecuador (seminario bautista, Asambleas de Dios, Alianza, Del Pacto, Centro de Comunicadores Cristianos, y otros) así como conferencista en algunos países del continente, pude notar que los matices de la educación teológica eran casi los mismos, en cuanto a sus luchas internas y externas para seguir vigente, así como sus desafíos y tendencias futuras.

A modo de una humilde opinión, la situación actual de la educación teológica en el continente se puede resumir en algunos puntos (reconozco que pueden haber muchos más):

-      Nuestros programas de residencia cada vez se hacen más raquíticos; es decir, con pocos alumnos en los internados. Incluso algunos seminarios e institutos han optado por cerrar sus programas de residentes, ¿la razón? No hay alumnos/as.
-      Nuestras carreras de teología muchas veces son costosas, en comparación a carreras seculares que brindan beneficios económicos difíciles de superar por nosotros; es decir, carreras baratas, becas y facilidades de pago. ¿Cómo competir ante tal realidad?
-      Nuestros edificios (salas de clases, dormitorios, comedores, oficinas) requieren mantenimiento costoso. Al no haber estudiantes que generen ingresos económicos, ¿cómo seguir manteniendo las instalaciones de los seminarios en el continente?
-      Nuestros docentes reciben salarios extremadamente bajos, en comparación a los docentes de educación gubernamental y/o universitaria. Muchos de nuestros maestros enseñan en los planteles teológicos sólo “por amor a la Obra”, pero a la larga los sobrepasa el cansancio, la desmotivación y la frustración lo que hace que renuncien a sus cátedras. ¿Se los puede culpar o tildar de cobardes? ¡En ninguna manera! Sin embargo, muchas veces son menospreciados por sus propios colegas pastores.
-      Los directores/rectores/presidentes de seminarios e institutos asumen sus puestos con entereza, pasión, sueños y metas, pero a menudo sucumben ante un sistema eclesiástico apático y poco agradecido, lo cual genera en ellos/as desconfianza y temor. Además, muchos de estos directores se desmotivan por el poco reconocimiento económico a su gestión.
-      A pesar de todo, aún existe vocación ministerial. Es decir, los seminarios e institutos aún no cierran, ¡y no cerrarán! Porque aún hay fieles al llamado de Dios que buscan con interés prepararse formalmente en teología, por lo que es posible soñar con pastores y líderes preparados para Su obra. Por su puesto que los candidatos/as de hoy son difíciles de encontrar, pero existen, sólo resta salir en busca de ellos.
-      Cada vez más los programas de educación teológica “a distancia” o “virtual” cobran fuerza en el Continente Sudamericano. ¿La razón? Estos programas tienden a ser económicos (en costos, mantención y operatividad) y cómodos, en el sentido de ahorro de tiempo y espacio. Por lo tanto, son muchos los seminarios e institutos que implementan estos programas.
-      Los programas “extra-curriculares” se hacen cada vez más frecuentes en nuestros planteles educativos. Me refiero a programas paralelos a la teología como “educación para líderes juveniles”, “capacitación en capellanía”, “clínicas de adiestramiento para monitores de rehabilitación”, etc.
-      Nuestros seminarios han debido facilitar (alquilar, es el término correcto), sus instalaciones para encuentros, retiros, conferencias y reuniones a iglesias u otros organismos, con el fin de recaudar fondos para la mantención de sus propios programas. Existen casos en América Latina de seminarios católicos que les ha sido más rentable alquilar sus dependencias que dictar clases de teología...

miércoles, 27 de abril de 2011

Jesús el Cristo

Sin duda la persona que más controversia ha producido durante la historia social y religiosa del hombre ha sido Jesús, el Cristo. Joven apasionado, con principios divinos plenamente claros, con una misión inquebrantable, dispuesto a obedecer las metas establecidas desde el principio.

Conocemos solamente parte de su niñez, devoto de sus tradiciones, lo vemos así en el templo a los 12 años en presencia de los sabios siendo embriagados con su sabiduría. De su juventud no sabemos absolutamente nada, sin embargo, el solo hecho de conocer algunos de sus contemporáneos  nos da una noción de la juventud de Cristo, como aquel joven rico que desea alcanzar la vida eterna,  conocedor y practicante de  la ley hasta los sumos, la vida de este me da una noción de la juventud de Cristo, cercano a sus tradiciones, ejemplar hijo, adorador en excelencia, tratando en cada paso de no entristecer el corazón de Yahvé.

El vocabulario de Jesús, el correcto empleo de las palabras, el desenvolvimiento en los diferentes idiomas, me habla de su capacidad intelectual, su crianza y preparación, hombre dedicado a su trabajo, con tiempo para el estudio de la Ley, de la lengua, de las tradiciones y de su cultura.

Más que la  psicología de su persona, podemos mencionar su carácter, apasionado, dedicado a su ideal, a veces impetuosos, hasta el grado de ser desafiante “Destruyan el templo y en tres días lo levantaré” Juan 2.  Celosos de sus creencias y principios, de tal forma de marcar un precedente en cada uno de sus seguidores “Habéis convertido mi casa, en cueva de ladrones” Marcos 11. 

Como hijo terrenal de José y María fue ejemplar, cercano a su madre hasta el final, dándole la honra como persona siempre, y su relación con el sexo opuesto, distinto a todos sus contemporáneos, entregándoles a las mujeres la posibilidad de desenvolverse en su medio, sin temor, sin restricciones culturales ni sociales “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice dame de beber, tú le habrías pedido y él te habría dado agua viva” Juan 4.

Estas formas de compartir  y actitudes de la vida de éste Cristo, lo hace enemigo de los religiosos, de los sectarios de su tiempo.  El acercamiento a los recaudadores de impuesto, a los leprosos, a las mujeres de mala fama, los enfermos, lo tachan de fanfarrón, comelón, blasfemo, hijo de  Satanás. Su proceder lo hace amigo de los necesitados y enemigo de lo que buscan sus propios beneficios religiosos y políticos.

Jesús terreno, llamado el ungido, el hijo de David, el hijo del hombre, que transforma los corazón de aquellos que se acercan a oírles, sedientos de la verdad, ansiosos  de la vida eterna tras una vida terrena llena de encrucijada, cargadas de leyes sin cumplir, deseosos de paz interna más que la venganza de quienes los oprimían “Que es mas fácil decir, tus pecados te son perdonados, o levántate y anda”  Marcos 9.

Si, perdonador de pecados como ningún otro, tomándose de una autoridad proveniente solo de lo alto “porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribasMateo 7.

No quiere autodenominarse ungido, el Cristo, palabra de moda en su tiempo y muy  ambiguas para su esencia, sino, mostrar a Dios acercándose al hombre, con un mensaje lleno de esperanza y misericordia, sin alardeos de venganza, como pretendían algunos, más bien darles a los quebrantados de corazón, a los que sufren, a los que son oprimidos, a los sufrientes  una mirada, un abrazo. Por lo mismo, a muchos causa extrañeza su primer discurso al iniciar su ministerio, en aquella sinagoga de Nazareth, que tuvo el privilegio de escucharle el propósito de su ministerio: “El Espíritu del Señor esta sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor “. Lucas  4.   En todos despertó curiosidad al terminar de leer la profecía de Isaías que hoy la tenemos capitularizada directamente bajo el registro de 61.  Este Cristo, no termino de leer la frase que todos estaban esperando “El año de venganza del Dios nuestro”, porque su ministerio no era un ministerio de venganza, era de amor, era la llegada del Reino de Dios, la llegada del amor del Señor Dios todo poderoso, la venganza prometida en las profecía será hasta otro momentos “Hasta que toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor” Filipenses 2.

En cuanto a sus milagros registrados por los evangelistas: los enfermos sanados, los muertos resucitados y demonios expulsados, sean estos eventos exagerados por los primeros cristianos, fuera de foco o sin apoyo histórico como pretenden algunos argumentar, muestran apasionadamente la esencia de su carácter,  mensaje y ministerio, un mensaje de amor, el Reino de Dios entre nosotros que rompe toda ligadura del mal,  destroza cadena de prisión, dando la apertura a una nueva forma de vida, a una nueva visión del Dios entre ellos. De esta forma es bien llamado hijo de David, ya que una de las políticas de gobierno de éste fue el gobierno de Dios entre su pueblo, el retorno del arca de Dios a la capital, el retorno de la presencia del Dios vivo entre su pueblo, al centro de Jerusalén, ciudad de  David,  para que Dios tome el lugar que siempre ha tenido en la casa de Israel, siendo gobernante y Señor de todos. David no paso por alto lo que Saúl si, él se recuerda de Dios, su Señor y decide traer el arca a su ciudad. Desde tiempo de Elí, sacerdote de Silo hasta tiempos de David, nadie de Israel se recordaba del Arca ¿Dónde estaba? ¿Quién la tenía? ¿Será necesario entre nosotros?. El oficio sacerdotal y los sacrificios siguieron su rutina  diaria en  Silo, tabernáculo de Jehová, pero sin el arca del Pacto. Luego de ser robada y devueltas por los Filisteos, quedo guardada en Baala de Quiriat-jearim.

Por su mensaje transformador, y la apertura aun nuevo tiempo, Jesús bien es llamado bajo el nombre de hijo de David. Luego de estar 48 años perdida el arca del pacto en Baala, y la paz momentáneamente abundaba en su gobierno, éste se pregunta "¿Cómo traeré a mí, el Arca de Dios?" 1 Crónica 13:12. David quiere la presencia de Dios gobernando en su ciudad, “El reino de Dios entre nosotros”. Nunca para este rey la presencia de Dios ha pasado inadvertida, él trae el arca de Dios y exclama:

Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.
¿Quién es este Rey de gloria?
Jehová el fuerte y valiente,
Jehová el poderoso en batalla.
Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.
¿Quién es este Rey de gloria?
Jehová de los ejércitos,
El es el Rey de la gloria”.

Salmos 24:7-10

¿Quién es este Rey de gloria?, ¿Qué es este Reino de Dios que Jesús esta proclamando? ¿Qué es este reino de Dios cerca de nosotros?, nada menos que Dios en el centro de Israel, volviendo a tomar su lugar, Dios comenzando un gobierno, inspiración del Espíritu Santo sobre la vida de su unigénito, Jesús Terreno, el Cristo.


Luis "catato" Vidal

viernes, 25 de marzo de 2011

“La Santa Cena como fundamento litúrgico de la Iglesia Primitiva”.

La Santa Cena del mundo cristiano evangélico o la Eucaristía de los católicos, ha sido uno de los momentos más importantes y polémicos a través de la historia del cristianismo. Polémico, no tan solo en su forma, también en su fondo.

Sin embargo, indistintamente de lo anterior, es indudable que la Santa Cena ocupa un lugar preponderante en la liturgia cristiana a nivel mundial, es un momento especial, ceremonioso, donde existe una comunión con Cristo por medio de su sangre y cuerpo, un memorial expiatorio de su sacrificio. Por lo mismo, la Santa Cena  es un momento solemne,  instaurado por Jesús, bajo ciertos parámetros que lo hacen único en el área espiritual.

A través de la  historia, el pueblo Hebreo siempre encontraba la manera de ofrecer sacrificio a Dios e identificarse con éste, como una forma de agradecimiento a sus bondades. Es así como en sus inicio Caín y Abel son el primer ejemplo de ofrenda y sacrificio  Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda á Jehová.  Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, y de su grosura. Y miró Jehová con agrado á Abel y á su ofrenda” (Génesis 4:3,4).

Tenemos también el caso de Noé, un hombre sencillo y justo, que luego de 40 años construyendo y tras un año sobre las aguas, llega el momento de recomenzar una vida en tierra firme, pero antes de todo ofrece un sacrificio a Dios como acto de gratitud al Señor por la divina misericordia, por mantenerlos a salvo y con vida Luego Noé levantó un altar al Señor, y tomando animales puros y pájaros puros de todas clases, ofreció holocaustos sobre el altar  (Génesis 8:20)

Vemos a Abraham el máximo exponente de la fe ofreciendo a Isaac su hijo: “Y le dijo: Toma a tu hijo, a tu único, a Isaac a quien amas. Vé a la tierra de Moriah y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré” (Génesis 22:2). La actitud de Abraham fue inmediata, no se dejo esperar, el agradecimiento por los años compartidos con su hijo lo llevo a ofrecer sacrificio, no olvidemos que su esposa era estéril, incapaz a su edad de concebir, pero la mano de Dios fue benevolente para con éste patriarca. Fueron 20 años intensos con Isaac, y cuando Dios lo reclama, Abraham no presta objeción, más bien, como una ofrenda de gratitud lo presenta ante Dios, con palabras esperanzadoras, llenas de fe “Dios proveerá”.

Bajo las estrictas ordenanzas de Dios, Moisés construye una habitación que permitirá que Dios habite en medio del pueblo y se desarrolle una estructura de sacrificios y ofrendas que podríamos llamar “Liturgia Judía o Sacrificial”, que serán fiestas para el pueblo y para Dios. Fiestas que permanecerán en su estricto desarrollo por muchos siglos, que pasaron a ser centro de la actividad judía.

Eran fiestas perpetuas, establecidas por Dios, fiestas que no dejarían de realizarse y las pocas veces que esto sucedió, fue un suceso lamentable para éste pueblo, como el caso de la Fiesta de la Dedicación o Hanuka “Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación” ( Juan. 10:22).  Fiesta relativamente nueva, establecida en el tiempo de los Macabeos, donde se recuerda la purificación y dedicación del Templo de Jerusalén posterior a la profanación del monarca Antíoco IV Epífanes (año 167 a.C). Este monarca, dio fin a la actividad litúrgica diaria de sacrificios al irrumpir en el Templo de Jerusalén asesinando a miles de judíos y sacerdotes, derramando sangre de cerdo en el centro de este, estableciéndose de esta forma la adoración a  Zeus, dios pagano. Este suceso causo mucho dolor y repugnancia en medio de los Hebreos, sin embargo, tras la revuelta Macabea y la muerte de Antíoco, es reestablecido el templo de Jerusalén, iniciando un nuevo procedo de dedicación y purificación para los sacrificios, hecho que permaneció hasta la década de los años 70 d.C., en la era apostólica y la destrucción definitiva del templo.

La liturgia judía era importante para esta cultura Hebrea, no tan solo por su valor propio, sino también porque  Jesús vió en éstas una forma de entregar su mensaje, y verse en ella reflejada.

El evangelio de Juan desde los capítulos 2 al 13, muestra de una forma sucesiva el desarrollo de cada una de las fiestas, la liturgia judía, y como en cada una de ellas, es Jesús quien toma la forma de esas fiestas. En el capítulo 2 tenemos la primera pascua judía (Juan 2:13), y la sustitución del templo por su persona. En el capitulo 5 una fiesta judía un tanto turbulenta (Juan 5:1), poco clara, que puede ser la fiesta de Pentecostés y la curación  de un cojo introduce el sábado, la ley de moisés y la autoridad de Jesús. En el capitulo 6  esta la segunda pascua judía (Juan 6:4) y la multiplicación de los panes que es banquete pascual abierto. El capítulo 7 las fiestas de las tiendas de las cuales Jesús tiene agua de vida (Juan 7:37-38). En el capitulo 13 tenemos la última pascua celebrada por Jesús (Juan 13:1) en donde él sustituye los cordero inmolados por su vida. (Palabra de misión).

Por lo tanto, la liturgia judía es un cúmulo de ofrendas y sacrificios por el favor, la gracia, la misericordia de Dios para con los hombres, por sobre todo este pueblo Hebreo.

Sin embrago, Jesucristo va a instituir una de las celebraciones mas grandes de la historia del hombre y que será parte de un nuevo proceso, una nueva alianza en la vida de los Hebreos “La cena del Señor”.  La liturgia judía, después de la Santa Cena tomaría un rumbo totalmente distinto,  porque el desarrollo de los sacrificios, las ofrendas, el tabernáculo y sus holocaustos eran una antesala para la venida del hijo del hombre. Estando Jesús en medio de su pueblo, las fiestas tienen que cesar, debido que todas las fiestas se hacen real en Jesucristo hombre.  Ya no se necesitará más la fiesta de la pascua, porque Cristo es nuestra pascua  Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1Cor.5:7). Ya no existirá más La Ciega de la Cebada porque Cristo presento sus primeros frutos al llegar al reino de los cielos y mecer los primeros frutos delante del padre, aquellos que resucitaron juntos con él, como dijo “Hoy estarás conmigo en el reino de los cielos” (Lucas 23:43). Ya no se necesitará más Pentecostés, porque con el derramamiento del Espíritu Santo termino el proceso de la cosecha natural y da inicio a una nueva, una cosecha de hombre para Dios “Te haré pescadores de hombre” (Mateos 4:19). Nosotros hemos pasado a ser el templo, y somos un sacrificio perpetuo, vivo delante del Señor “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Romanos 12:1).

Pero por sobre todas las cosas, La Santa Cena sin duda alguna es un fundamento liturgico, es una instancia de comunión con el Señor, es un memorial eterno, en donde en esa noche es establecido el Reino de Dios por medio de una liturgia significativa que estaría perpetuamente en medio del pueblo cristiano, primeramente a los judío, luego a la Iglesia. Leamos:

Mateo 26:26-29
26 Mientras comían, Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
27 Y tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: Bebed todos de ella;
28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados.
29 Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.

1 Corintios 11:23-26
23 Porque yo recibí del Señor lo mismo que os he enseñado: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan,
24 y después de dar gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que es para vosotros; haced esto en memoria de mí.
25 De la misma manera tomó también la copa después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto cuantas veces la bebáis en memoria de mí.
26 Porque todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor proclamáis hasta que El venga.

La Santa Cena tiene algunos propósitos que podríamos nombrar:


* La Santa Cena, es la comunión de los salvados con su cuerpo y sangre.
* La Santa Cena, es una conmemoración del sacrificio del Señor.
* La Santa Cena, proclama la muerte.
* La Santa Cena, proclama la resurrección.
* La Santa Cena, proclama la venida del Señor.

"...los que hicieron caso del mensaje fueron bautizados; y aquel día se agregaron a los creyentes unas tres mil personas. Y eran fieles en conservar la enseñanza de los apóstoles, en compartir lo que tenían, en reunirse para partir el pan (Santa Cena) y en la oración" (Hechos 2:41, 42. Versión Popular).

"Todos los creyentes estaban muy unidos y compartían sus bienes entre sí... Todos los días se reunían en el templo, y en las casas partían el pan (Santa Cena) y comían juntos con alegría y sencillez de corazón" (Hechos 2:44, 46. Versión Popular).

La cena del señor es una instancia de intimidad, de amor, de pasión, de recuerdo, en donde el sacrificio de cristo se hace presente en nuestro vivir, no lo volvemos a sacrificar, más bien reconocer el sacrificio de su amor concretado esa noche. No es una instancia de polémica teológica en donde podríamos debatir como Lutero, Zwinglio, los católicos, y los conceptos nacidos de estos con una mezcla extraña de  filosófica y cristianismo con respecto a la Transustanciación o Consustanciación, es superior a todo eso, más bien, es una instancia de sublime presencia del Espíritu Santo. Esa noche fue diferente, anhelada y esperada por Jesús “Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer” (Lucas 22:15), porque sin duda fue una noche distinta. Así como siglos antes, los judíos encerrados en la intimidad de sus hogares celebraban la pascua en silencio, fuera de sus recintos el ángel de la muerte pasaba por Egipto, pero la certeza era que al otro día el pueblo Hebreo sería libre, luego de la muerte y derramamiento de la sangre del cordero. Jesús anhelaba esa noche, porque al otro día serían libres definitivamente de la esclavitud del pecado. En el Evangelio de San Juan capítulo 13, éste nos recuerda que esa noche  Jesús le enseña a sus discípulos a ser siervo, lavándoles los pies. Los Judíos adinerados tenía siervos quienes lavaban los pies a los invitados, los mas pobres se los lavaban así mismo, esa noche, todos los discípulos se miraban unos a otro, pensando quien le lavaría los pies, pero Jesús toma la iniciativa y como siervo lava los pies de Pedro, “porque el primero será vuestro siervo”, y claro que si, si hay un primero, si hay un líder, si hay un hombre de Dios será siempre el último, porque primero debe servir a los demás.

La Cena del Señor, es un fundamento en nuestra liturgia congregacional, en nuestra fe diaria, un  recordatorio que ya no debemos traer un cordero expiatorio para aplacar la ira de Dios, que no debemos traer vegetales como ofrenda  personal, ya no mezclamos harina con aceite y sus determinadas porciones, sino, que el sacrificio del Señor debe estar en nuestra mente perpetuamente para presentarnos como sacrificios agradable y aceptable delante de Dios por medio del gran sacrificio de Cristo en la cruz, por eso somos aceptos ante los ojos del padre, porque Cristo murió por nosotros.


Luis "Catato" Vidal

viernes, 25 de febrero de 2011

Teología y conocimiento de Dios

Teología y conocimiento de Dios

Un proceso de esudios Teológicos nos sirve para recibir las herramientas necesarias para la buena administración de las Sagradas Escrituras. Lo que se adquiere es un conocimiento teológico de forma sistemática, en donde descubrimos algunos misterios que hasta hace un tiempo nos eran desconocidos, por lo mismo, vale preguntarnos ¿Qué es la Teología sin el verdadero Conocimiento de Dios?. La teología se puede impartir en muchos centros de estudios teológicos, institutos, seminarios cristianos y universidades seculares, sin embargo el conocimiento de Dios es un cúmulo  de experiencias que hemos vivido junto a nuestro Señor, lo conocemos cuanto estamos a solas con él, cuando estamos pasando por el valle de sombras y de muerte, le conocemos cuando descubrimos en su creación su gloria, le conocemos cuando por nuestras mejillas pueden correr lagrimas de agradecimiento por el perdón de nuestros pecados, le conocemos cuando perdonamos a aquellos que nos ofenden, le conocemos cuando experimentamos su inmenso amor, por eso puedo decir con toda confianza, que existe una diferencia enorme entre la teología como materia impartida y el verdadero conocimiento de Dios, por ello quiero recordar las palabras del apóstol Pablo a la iglesia de Filipenses:

 “Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor. A mi no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro. Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo. Porque nosotros somos la circunsición, los que en el espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne. Aunque yo tengo también de que confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de que confiar en la carne, yo más; circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia;; en cuanto a la justicia que es por la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:1-8)

Cabe tan solo resumir, conocemos a Dios cuando le obedecemos, cuando nos sujetamos voluntariamente por amor, al grado de llegar a perderlo todo, para ganarlo a él.

Muchas bendiciones a todos ustedes.

Luis "Catato" Vidal M.