La formación de vidas matrimoniales será siempre un desafío porque ¿quién puede llegar y contar lo que sucede en tu matrimonio? Y ¿quién puede ser lo suficientemente necio para simular una perfecta vida matrimonial cuando se cae a pedazos?, o ¿Quién es suficientemente humilde para aceptar consejos de otros y llevarlos a cabo sin cuestionamiento? En la vida cristiana no solo se debe hablar, a veces hay que callar y enseñar con el ejemplo. Pero si yo enseño ¿tengo mi matrimonio lo suficientemente ordenado como para enseñar a otros? ¿están mis hijos viviendo como debe vivir un hijo de Dios? Preguntas como estas uno debe cuestionarse para trabajar en áreas tan importante como la formación de matrimonios, porque el ser humano cuestiona de forma inmediata cuando observa un mal comportamiento o un simple decir sin hacer. Ahora se debe tener presente que la vida matrimonial no solo abarca una linda y hermosa relación, va mucho más allá, se deben tocar temas tan importantes como: las finanzas, la vida matrimonial, la sexualidad, los hijos, los roles de cada conyugue, el trabajo secular, el trabajo en la obra, etc., y para ello se necesita de mucha confianza para poder abordar temas tan importantes e interesante como los nombrados. Al dejar uno de estos temas de lado (que fueron algunos nombrados) será como una mesa con 3 patas, por lo tanto, se debe tocar todas las áreas de la vida del matrimonio. Para lograr esto se necesita de confianza, ser ejemplo, tener una cierta madurez y reflejar una estatura espiritual lo suficientemente considerable para ser mirado como un referente espiritual donde acudir.
De haber participado tantos años en la formación de matrimonio llega a mi mente aquellos momentos vividos en la pasada congregación, los hijos que se criaban solos, esposas sin maridos, hombres apasionados para formar la casa de Dios mientras que su propia casa de desmoronaba, y es que en realidad estos matrimonios de pastores no eran los culpables porque ¿quién les enseño a ser matrimonio? ¿Quién les enseño de sus roles? ¿quién les enseño a formar a sus hijos?, nadie, fueron tirados a la jauría de leones a formar vidas de las que ellos mismo no formaron, pero se puede admirar de ellos el tesón, la valentía, el coraje de sobrellevar una vida que fueron construyendo de una forma que consideraban buena. Fueron cientos de jóvenes apasionados con la evangelización, las misiones, pastorear, que dieron lo más apreciado de sus vidas para ir tras el sueño del llamado de Dios. De aquellos tantos, escuche a sus esposas decir: “yo quisiera un hombre como ese en mi casa”, al escucharlos predicar con tanta pasión, o a sus hijos pronunciar: “mi papa pasa más tiempo en la iglesia”.
Mi trabajo no consiste en cuestionar el honorifico trabajo de aquellos tantos hombres que han dado su vida por el avance del evangelio, ni cuestionar sus procedimientos pastorales en cuanto al orden de Dios para la iglesia, ya que gracias a ellos tenemos lo que en la actualidad disfrutamos, simplemente ayudar en tener un concepto más elevado de la vida matrimonial, ya que no es un contrato adquirido a la vuela de la esquina, es un compromiso de compañía delante de Dios hasta que la muerte los separe y más aún, el matrimonio es una institución establecida mucho antes de la formación de la iglesia, en Edén, donde Adán y Eva dan sus primero pasos como hombre y mujer en pareja. Por lo mismo, es Dios quien tiene la única autoridad para referirse al matrimonio y como debe constituirse “Por tanto dejará el hombre a su padre y su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne (Génesis 2:24)”. Jesús lo repite “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que dios juntó, no lo separe el hombre (Mateo 10:7-9)”. El apóstol Pablo lo confirma: “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne” (Efesios 5:31).
Ante los textos bíblicos mencionados anteriormente, debemos considera que muchos matrimonios han olvidado llevar a cabo funciones o roles importante dentro del matrimonio que han sido establecidos por Dios para tener una vida de conyugues más llevadera. El olvido de estos principios ha hecho que muchos matrimonios cristianos se pierdan en el activismo religioso, empujando más el carro de las situaciones de la congregación y dejando cuesta abajo su propio carro. La biblia establece ciertos parámetros conocidos como roles para cada conyugue, esto hace que cada miembro del matrimonio cumpla de forma natural su papel, de esta forma, se va construyendo la familia. No es algo nuevo ni novedoso, es simplemente escudriñar las escrituras y como bien dijo Jesús “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna” (Juan 5:39)”.
Debemos preguntarnos ¿Cuáles son los roles de cada conyugue?, pues bien, paso a detallar algunos de ellos establecidos en la biblia que nos podrán orientar en la formación de matrimonios:
Roles del hombre:
· Ser cabeza. (1 Timoteo 3:4; 3:12)
· Ser sacerdote del hogar (Génesis 18:19)
· Protector (Sal 68:56)
· Educador 1 Samuel 3:9, l 3:12-13, hebreos 12:7)
· Proveedor (1 Timoteo 5:8)
· Amar a su esposa (Efesios 5:25-28, 1 Pedro 3:7).
Roles de la mujer:
· Ser ayuda idónea (Génesis 2:18, Proverbios 31:10-12).
· Sujeción al marido (Efesios 5:22-24, 1 Pedro 3:1-4)
· Tareas del hogar (1ª Timoteo 2:15; 5:14; Tito 2:5; Proverbios 31:14-15, 21-22).
· Enseñar las sagradas escrituras. (2ª Timoteo 1:5; 3:14-15).
· Cooperar con ingresos económicos si se necesitase
Los roles han sido establecidos para ser “uno” en su relación matrimonial, de esta forma la carga no es llevada solamente por uno de ellos sino por ambos en un solo sentir, los roles son parte de este pacto que se ha realizado con la pareja de permanecer hasta que la muerte los separe, de esta forma, cada cónyuge cumple un papel fundamental, tanto en el mantenimiento y crecimiento del amor mutuo como en la ayuda para fortalecer los lazos matrimoniales, por lo mismo Dios ha establecido que ya no son más “dos” sino “uno”, una carne, un pensamiento, un deseo, un anhelo y ambos una mente que sigue los principios divinos. Si bien los roles son individuales, el propósito es uno, ser compañía en este pacto eterno, y digo esto con mucha responsabilidad porque el matrimonio es un PACTO DE COMPAÑÍA ANTE DIOS con tu conyugue, en donde existirá respeto, amor, comprensión y ayuda mutua hasta que la muerte los separe. Si Dios se molesta tanto en un acto deplorable como el divorcio es el quiebre de este pacto de compañía “y vosotros decís: ¿Por qué? Porque el Señor ha sido testigo entre tú y la mujer de tu juventud, contra la cuál has obrado deslealmente, aunque ella es tu compañera y la mujer de tu pacto"(Malaquías 2:14), como también Dios bendice la unión de compañía “Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud” (Proverbios 3:18). El matrimonio es un pacto de compañía, en donde el pilar es el pacto, la base de un matrimonio nunca será el amor, aunque debe estar presente, pero la roca, la plataforma donde se sustenta la vida conyugal es el PACTO establecido delante de Dios que seremos compañía mientras vivamos aquí en la tierra, pero ¿Por qué no es el amor un fundamento del matrimonio?, porque el amor es un sentimiento, voluble, cambiante, que puede crecer como disminuir hasta desaparecer, en cambio el estar bajo la base del pacto ante Dios hará que el amor este siempre presente, que los roles se desarrollen de forma natural y que el matrimonio se retroalimente en la vida con Dios. Por esta razón existen tantos divorcios el día de hoy en el mundo y en las congregaciones evangélicas, ya que han fundamentado su matrimonio en un sentimiento tan cambiante como el amor, de esta forma, si alguien deja de amar puede decir “te dejo porque ya no te amo”, siendo esto un error tan común pero no normal para Dios. Si Dios está en el hogar el amor nunca desaparece, crece, se fortalece y la unión conyugal se mantiene en el tiempo trasmitiéndose a los hijos.
Por lo mismo, el trabajo de los líderes no es solamente con los adultos y a los jóvenes hablarles solo de evangelizar, pasión cristiana o sus débiles pasiones juveniles, sino que también se les debe orientar hacia su futura vida conyugal, que al elegir con quien pasarán parte de sus vidas debe ser con quien hagan un pacto de compañía en donde el amor este presente y los roles de cada uno vengan aprendidos y se lleven a cabo durante el proceso del matrimonio, de esta forma la formación matrimonial no será tan dificultosa y en vez de dedicar tanto tiempo en la formación conyugal solo se les oriente en eventos nuevos tales como la formación de los hijos.
El activismo religioso hace que se pierdan de vistas muchos aspectos importantes de la vida conyugal, la vida matrimonial o la vida familiar, y hago esta distinción porque primeramente somos cónyuges en donde cumplimos un papel con determinados roles haciendo de esta forma la vida matrimonial en donde comparten propósitos de formación, de crecimiento llevando adelante una vida familiar en donde participan los hijos con quienes éstos se proyectan. Sin embargo, al hacer descuido de algunas de estas áreas se desdibuja el propósito de Dios “una gran familia”, ya que si en un camino recto se visualizan otras vías que podría proporcionar más placer individual la meta familiar es quebrada, de esta forma cada miembro de la familia debe cumplir con su papel a lo que fue llamado a esta unión tan importante para Dios como el matrimonio, y es precisamente que uno de sus enemigos de la familia cristiana es el activismo religioso que brinda vías de separación cuando no existe un equilibrio personal, porque si bien la actividad religiosa ayuda en complementar el amor hacia los demás, no debe ser mayor que la familia, en el sentido de un trabajo individual. Si se debe trabajar en la obra debe hacerse de forma familiar, en donde cada integrante esté vinculado directamente con la obra y si así no fuese debe mantenerse un equilibrio de trabajo congregacional y preocupación familiar. He conocido muchos matrimonios en donde es el hombre que mayor preponderancia tiene en las actividades congregacionales, pero la esposa no se ve, no está presente y puede ser por razones personales, individuales o simplemente porque nunca ha tenido un encuentro con Jesucristo, pero fuere cual fuere la condición si están en matrimonio debe prevalecer la unión conyugal, el apóstol pablo lo recomienda en sus textos bíblicos de 1 corintios 7, en donde al cónyuge no se le debe de dejar solo ¿Qué es más importante una actividad religiosa o la vida de matrimonio?, creo que el equilibrio es importante en estos temas, no se debe descuidar la familia porque esto da testimonio de redención, de hijos de Dios. Tal vez todos hemos conocidos muchos casos en donde ha predominado la religión y han acabado muy mal culpándose mutuamente que no existe la pasión para servir a Dios, esto ha hecho que congregaciones acepten el re casamiento y sean aceptados en “son” de la pasión del trabajo en la obra, esto es un error, la familia no merece recibir las migajas que deja la obra congregacional, si bien es importante, pero menos cuando se trata de la formación conyugal, la base de una sociedad son las familias y la base de una congregación son familias sanas, y lo sigo sosteniendo “Dios formó primero el matrimonio” y esto es una regla de vida para Dios.
Es natural ver matrimonios en donde uno de ellos es más apasionado en el trabajo congregacional, el tal, debe llevar a su familia a ese estado, en donde todos sean uno en pasión, amor y devoción al trabajo congregacional ya que eso habla de la fe con obras en cada creyente, el cónyuge de conducir a su familia a esa pasión a través de oración, de trabajo mutuo de compartir las distintas vivencia, sin secretos ni malo entendidos, sino en donde la verdad de Dios sea fundamental en su diario vivir.
Hablando del matrimonio propiamente tal, en mi experiencia el lugar que más cuesta formar o adentrarse son las áreas financieras y sexuales, prácticamente son tabú para la familia, pareciera que el sustentador no debe darle explicaciones a nadie con respecto a lo que gana y como lo distribuye, no sabiendo que muchas veces causa daño en la provisión del hogar por la mala administración de los bienes materiales como en este caso la administración del dinero. La parte sexual es otra área que es intocable para los matrimonios, por lo mismo decía al principio que para formar un matrimonio no solo se necesita llegar de un día a otro y conversar temas que han sido difíciles sobre llevar para ellos e intentar que los conversen, es necesario una amistad, confianza y sinceridad, ya que en estos casos delicados es rápido la decepción y el quebrantar una confianza se debe tener presente que nunca más volverá a restituirse por más esfuerzo que se haga. Si un matrimonio logra abrirse para recibir ayuda quién está de consejero matrimonial debe saber que esa confianza tiene un valor inmenso y se debe responder como tal, siendo sincero. La amistad debe ser una amistad en el Señor, no de aquellas amistades mundanales en donde predomina el egoísmo, no, la amistad debe estar fundamentada en la verdad de Dios, en donde se planteen los temas espirituales para personas espirituales.
Por naturaleza en los temas de dinero las personas tienden a endeudarse más de lo que gana y aunque el discurso es “para tener hay que endeudarse” no es la verdad establecida para una familia de Dios. El tener más no es un principio bíblico, es Dios quién provee y el dinero es de Dios, el trabajo es de Dios y todo lo que se tiene es de Dios y esto deben entenderlos los matrimonios, que todo lo que tenemos es simplemente dado por Dios para ser administradores de sus bienes y como tales administradores debemos darle una buena dirección a los bienes recibidos por su parte. En el área sexual no se debe pensar de forma egoísta, el sexo no fue creado para el deleite personal, fue creado para la procreación y de paso nos da placer, a través de ésta actividad corporal Dios fundamenta el “llenar la tierra y sojuzgarla”, y que para Dios da el crecimiento de la familia era una orden universal, sin embargo, esta área del matrimonio ha sido un tabú en las parejas llevándolos al orden obsceno, placentero y menos a cumplir con el propósito de Dios
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La enseñanza a los jóvenes como futuras familias o la formación de matrimonio para cumplir el propósito de Dios es un trabajo diario, continuo que debe tener también una supervisión dentro de los límites establecidos por la amistad en Cristo, de esta forma se va creciendo y formando familias equilibradas bajo la dirección de Dios. El propósito de Dios es de tener una gran familia y todos esos hijos como su hijo Jesucristo: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (génesis 22:18), y esa es la meta de cada líder cristiano, formar hombres de Dios y familias basadas en el propósito eterno de Dios.
Por Luis “catato” Vidal